Si analizamos lo que comúnmente entendemos por política, podemos distinguir su faz agonal, o sea la lucha por la obtención y la reproducción del poder, de su faz arquitectónica, es decir el ejercicio del poder, la planificación y ejecución de políticas públicas. En un imaginario país perfecto, la política pública no tendría objeto –no habría ningún aspecto de la cosa pública que mejorar–, y entonces la política sería pura lucha por el poder.
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